
Esta película de 1976, y que por tanto pasa ya de los 40, tiene muchos planos y aristas que tocar y sobre los que reflexionar. Hay un análisis bien completo y riguroso en elotrocine que recomiendo. Por resumir, se trata de una historia coral que refleja el día a día de una emisora ficticia de televisión norteamericana en declive. Su presentador de informativos, a punto de ser despedido, revoluciona todo el sistema al anunciar que se suicidará ante las cámaras en unos días. Con este panorama ya se puede imaginar el jaleo que se organiza en la cadena. La forma de vivir y afrontar estos sucesos y lo que les sigue es lo que nos cuenta la peli.
Es una historia entretenidísima y llena de matices de la que nada más voy a contar; si acaso se la puede tachar de ser un poco discursiva y de que algunos personajes se columpien en el estereotipo, pero son tan inmensos los actores principales -algún oscar cayó- que en ningún momento se hace artificiosa, para mi gusto al menos.
Me gustaría comentar tres escenas que por sí misma nos invitan a pensar y a inquietarnos.
En un momento determinado Howard Beale, el presentador sobre el que giran todos los acontecimientos, es invitado a hablar con unos de los capitostes debla cadena, o de quienes invierten en la cadena o algo así… es lo de menos, pues es un personaje que aparece solo para dar este discurso, que ya está bien.
Poco hay que comentar del histriónico discurso que, sin embargo, a todos nos huele a verdad e incluso, hoy en día, a tópico. Nos puede enseñar sobre el mundo de entonces y así comprender mejor el de hoy el día, si es que son distintos. Hay muchas ideas: que las ideologías quizá no sean más que reflejos deslucidos de los porqués y los para qués de quienes se esconden tras ellas, por ejemplo.
Inmenso William Holden, cuyo personaje es el mejor amigo de Beale y que en esta breve escena rompe con su mujer y, mientras le comenta como es su amante -joven ejecutiva de la cadena- hace una especie de metarrelato. Y es que él mismo ironiza con estar interpretando en su conversación la parte del guion que efectivamente está interpretando en la película. Lo más interesante es, sin embargo, escuchar con atención sus palabras, y pensar que a veces eso mismo es lo que decimos los adultos de los adolescentes/hijos/alumnos que se han criado con una pantalla en las manos. Dice de su amante que vive su vida como si fuera un serial televisivo, y que no llega a distinguir lo real de lo preparado. Nos podríamos preguntar, al hilo de esto…
¿Ha habido alguna ocasión en la que esto NO haya sido así, es decir, que nuestras vidas no hayan consistido en una especie de relato que se adecua a formatos aceptados y presentes en nuestra cultura?
¿Metemos la pata si pretendemos ser los mayores quienes entendemos la raiz de las cosas, o realmente solo sucede que miramos todo con lentes anticuadas?
…Ya se veía venir, que la relación terminaría mal. En otra inmensa parrafada nuestro ejecutivo en retirada define perfectamente la diferencia en entre lo real y lo ficticio o, mejor, entre lo vivido y lo representado. Poco hay que comentar, pero podemos ponernos en el papel de su amante, que interpreta Faye Dunaway, y preguntarnos si podríamos nosotros, en su piel, amar realmente a quien no comprendemos. A veces sucede eso, que queremos a una imagen o a personas que son la versión de algo que nos gusta o interesa… ¿Es tu caso?

La película tiene mucha miga que arrancar y bastante corteza que roer. Pero por ahora y por aquí es suficiente.