Si tienes tiempo y ganas, aquí te cuentan magníficamente su vida en un rato.
Vamos a ver algún fragmento de su libro más conocido y jugoso, EL Príncipe, cuya lectura recomiendo, aconsejo y facilito -pincha aquí– y creo que no hace ni falta que yo plantee preguntas ni ideas sobre ellos, porque son textos cristalinamente claros.
Sobre la palabra dada:
Por consiguiente, un señor prudente no puede ni debe mantener la palabra dada cuando tal cumplimiento se vuelva contra suya y hayan desaparecido, además, los motivos que obligaron a darla.
Un príncipe, y especialmente uno nuevo, que quiera mantenerse en su trono, ha de comprender que no le es posible observar con perfecta integridad lo que hace mirar a los hombres como virtuosos, puesto que con frecuencia, para mantener el orden en su Estado, se ve forzado a obrar contra su palabra, contra las virtudes humanitarias o caritativas y hasta contra su religión
Jamás le faltaron a un príncipe motivos legítimos con los que disimular su inobservancia. De esto se podrían dar infinitos ejemplos modernos, y mostrar cuántas paces, cuántas promesas han sido hechas en vano por culpa de la infidelidad de los príncipes; y el que ha sido más zorro, a ése le ha ido mejor.
Pero es menester saber encubrir ese proceder artificioso y ser hábil en disimular y en fingir. Los hombres son tan simples, y se sujetan a la necesidad en tanto grado, que el que engaña con arte halla siempre gente que se deje engañar.
Otro día os traeré más maquiaveladas sobre otros temas. No tienen desperdicio.