Fenómeno FILM

FILM, extraño cortometraje de 1965 dirigido por por Alan Schneider sobre guión de Samuel Beckett, es el área del triángulo obtuso que forman el dramaturgo Samuel Beckett, el famoso actor de la época muda del cine Buster Keaton y el filósofo irlandés del s XVIII George Berkeley. Carece de sonido y su estilo visual mezcla un poco, en mi opinión, experimentalismo fácil y cierta bisoñez en la dirección. Sin embargo el interés de la obra final creo que es bastante alto, primero por conjugar a estos tres personajes a los que, cada uno en un sentido distinto, cabe o ha cabido aplicar el adjetivo de “absurdo” en tres de los muchos grados que admite el hermoso vocablo y, en segundo lugar, creo que es interesante por ser un esfuerzo llamativo y concentrado -si bien quizá le sobre metraje- en ilustrar una idea filosófica abstracta de forma desde luego original y muy llamativa. 

El sinsentido o el “absurdo” está, como decía, en el fondo de aquello por lo que son conocidos cada uno de los muñidores del artefacto: de absurdo puede calificarse el humor de Keaton, o, mejor dicho, el humor que emana de su marmórea reacción a los hechos que acontecena sus personajes, así como a la concepción de algunos gags fantasiosos. Del teatro “del absurdo” de Beckett está todo dicho con nombrarlo y haberlo catado, y el fenomenismo de Berkeley, esa propuesta que consiste en defender que no hay más que los contenidos mentales productos de la percepción, es una de esas “ideas límite” de la historia del pensamiento que todo estudiante de filosofía recuerda como increíble y fantasiosa, si bien difícilmente rebatible. 

Recuerdo, para quien no lo recuerde, que el fenomenismo de Berkeley se resume en la máxima: esse est percipi (“ser es ser percibido”) que viene a decir, en lo superficial, que no se puede asegurar la existencia de nada más que aquello que ha sido pensado o conocido por una mente, de tal forma que sería imposible demostrar con argumentos racionales que existe algo fuera de alguna mente, lo cual llevaría, si no estuviera Dios para apañarlo (Berkeley era obispo) a tener que asumir esa idea terrible que es el solipsismo.

Beckett parte de este principio para construir esta historia sin palabras en las que un personaje hace todo lo posible por dejar de ser percibido por otros ojos, e incluso por su propia percepción interna, al romper unas fotografías que le muestran momentos de su vida pasada. Hay otro personaje que somos nosotros, o, mejor dicho, el punto de vista de la cámara, del que también tendrá que procurar escapar un pobre Buster Keaton, incapaz de lograr su objetivo, que no llegamos a saber si es disolverse y desaparecer al dejar de ser visto o bien ser o existir  auténticamente percibiéndose solamente él a sí mismo… En fin, mejor invertir los 20 minutillos que dura la pieza en verla, porque es bien curiosa, y que cada cual saque sus conclusiones.

PS: en la wikipedia inglesa se puede encontrar información bien detallada y precisa sobre el argumento y producción de este corto. También he visto que hay un documental de 2015 (Notfilm, Ross Lipmann) que trata de el proceso creativo detrás de esta pieza y que incluye material de archivo de la época, pero no he tenido oportunidad de verlo.

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