¡GRACIAS POR FUMAR Y NO PENSAR!

Supongo que alguna vez habrás oído hablar de los lobbies o grupos de presión, que son organismos financiados por las grandes empresas para influir en los gobiernos y en la opinión pública en la defensa de los intereses de estas mismas corporaciones. La película Gracias por fumar (Jason Reitman, 2005) dibuja un retrato divertido y a la vez temible de un personaje, su protagonista, que trabaja creando opinión y defendiendo los intereses de las grandes tabacaleras, cuando hace unos años se vieron envueltas en multitud de litigios relacionados con las funestas del fumeteo por los que tuvieron que pagar un dineral en EEUU a los afectados por enfermedades derivadas del uso del tabaco.

Sin embargo no traigo esta película para hablar de lo malo que es el tabaco, porque considero a todos mis alumn@s lo suficientemente maduros y autónomos como para no tener que convencerlos de algo tan obvio, sino porque contiene varias escenas en las que se ve funcionando «a pleno pulmón» la famosa retórica y la desdichada demagogia, de la que hablamos en clase por ejemplo al tratar a Sócrates y los sofistas.

Os recuerdo que la retórica es en general el arte de hablar y argumentar de forma atractiva y convincente, es decir, de dar discursos que lleguen al público y se ganen su atención y voluntad. Esto es lo que decían enseñar los sofistas, el arte de usar «excelentemente» el lenguaje. En sí la retórica no es algo negativo, es una técnica que le conviene manejar a quienes se ganan la vida dando discursos y es neutro desde el punto de vista moral, como lo pueda ser escribir poesía o componer canciones.

Sin embargo la demagogia sí es negativa. La demagogia -si nos centramos solo en el uso del lenguaje, porque se puede manifestar por otros medios- consiste en hacer un mal uso de los trucos retóricos y combinarlos con mentiras y/o falacias de forma que convenzamos al público de algo incierto o que nos beneficia de algún modo.

He seleccionado de esta peli dos escenas que ejemplifican muy bien cómo funciona esto de usar el lenguaje demagógicamente. Los brillantes guionistas dan un montón de muestras de ello a lo largo de toda la historia, pero me quedo con estos dos momentos: en el primero Nick (el protagonista) le explica a su hijo de forma didáctica y perfectamente comprensible en qué consiste el trabajo de demagogo, en la segunda le vemos en plena acción, defendiendo lo indefendible en un programa de televisión. A pesar de ser el malo en el debate consigue meterse en el bolsillo al público, e incluso a un chaval con cáncer enfermo a causa del tabaco. Este tipo de situaciones son las que hacían hervir la sangre de Sócrates y otros atenienses inteligentes cuando contemplaban a los demagogos hacer esto mismo en la asamblea, y usando los trucos aprendidos de los sofistas, convencer de cualquier necedad a sus conciudadanos, y llevar a Atenas al desastre.

Para finalizar y compensar un poco el título de esta entrada, dejo un viejo documental de TVE, Condenados al humo que, a pesar de los años transcurridos, no ha perdido vigencia alguna y que nos enseña dos cosas: primero, que el tabaco es caca de la mala y segundo: que las leyes pueden cambiar las cosas y hacer que nuestra vida sea mejor. El reportaje esta hecho justo antes de la ley antitabaco que no permite desde hace más de 10 años que algunas escenas de las que aparecen sean hoy en día imposible, de lo que hay que alegrarse mucho. Es un documental que, justo al contrario que el siniestro protagonista de Gracias por fumar, explica con datos, hechos y pruebas lo malo que es el fumeteo. Muy interesante.

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